viernes, 8 de septiembre de 2023

La lucha del liberalismo, el comunismo y el fascismo durante el siglo XX

Traigo hoy al blog parte de un capítulo del libro Homo Deus (Yuval Noah Harari – 2017) titulado Las guerras religiosas humanistas, sobre la lucha del liberalismo, el comunismo y el fascismo durante el siglo XX. Aunque hoy en día parece que el liberalismo ha triunfado sobre el comunismo y el fascismo, estuvo a punto de no ser así. Así, por ejemplo, en 1970, el mundo tenía 130 países independientes, pero solo 30 de ellos eran democracias liberales.

En un principio, las diferencias entre humanismo liberal, humanismo socialista y humanismo evolutivo parecían bastante frívolas. Comparadas con la enorme brecha que separaba a todas las sectas humanistas del cristianismo, el islamismo o el hinduismo, las discusiones entre las diferentes versiones del humanismo eran insignificantes. Mientras todos estemos de acuerdo en que Dios está muerto y en que solo la experiencia humana da sentido al universo, ¿importa en verdad si pensamos que todas las experiencias humanas son iguales o que algunas son superiores a otras? Pero, a medida que el humanismo conquistaba el mundo, estos cismas internos fueron agravándose y acabaron estallando en la más mortífera guerra religiosa de la historia.

En la primera década del siglo XX, la ortodoxia liberal confiaba aún en su fuerza. Los liberales estaban convencidos de que únicamente si se concedía a los individuos la máxima libertad para expresarse y seguir los dictados de su corazón, el mundo gozaría de una paz y una prosperidad sin precedentes. Puede que tome tiempo desmantelar completamente las trabas de las jerarquías tradicionales, las religiones oscurantistas y los imperios brutales, pero cada década aportará nuevas libertades y nuevos logros, y al final crearemos el paraíso en la Tierra. En los idílicos días de junio de 1914, los liberales creían que la historia estaba de su parte.

En la Navidad de 1914, los liberales estaban traumatizados por la guerra, y en las décadas que siguieron, sus ideas se vieron sometidas a un doble ataque: desde la derecha y desde la izquierda. Los socialistas argumentaban que el liberalismo era en realidad una hoja de parra para un sistema despiadado, explotador y racista. En lugar de la tan cacareada «libertad», léase «propiedad». La defensa de los derechos del individuo para hacer lo que considere bueno supone en muchos casos salvaguardar la propiedad y los privilegios de las clases media y alta. ¿Qué tiene de bueno la libertad para que uno viva donde quiera cuando no puede pagar el alquiler, estudiar lo que le interesa, costearse la matrícula, viajar a dónde desea ni comprarse un coche? Bajo el liberalismo se hizo famoso un chiste: todo el mundo es libre de morirse de hambre. Lo que era aún peor, al animar a la gente a considerarse individuos aislados, el liberalismo la separa de los demás miembros de la clase y le impide unirse contra el sistema que la oprime. Por lo tanto, el liberalismo perpetúa la desigualdad, y condena a las masas a la pobreza y a la élite a la alienación.

Mientras el liberalismo se tambaleaba por este puñetazo desde la izquierda, el humanismo evolutivo golpeó desde la derecha. Racistas y fascistas culpaban tanto al liberalismo como al socialismo de subvertir la selección natural y causar la degeneración de la humanidad. Advertían que si a todos los humanos se les concedía igual valor y las mismas oportunidades educativas, la selección natural cesaría. Los humanos más adaptados se verían sumergidos en un océano de mediocridad y, en lugar de evolucionar hacia el superhombre, la humanidad se extinguiría.

Desde 1914 a 1989, las tres sectas humanistas libraron una guerra sanguinaria, y al principio el liberalismo sufrió una derrota tras otra. Los regímenes comunistas y fascistas no solo se adueñaron de numerosos países, sino que además las ideas liberales fundamentales se presentaron como ingenuas en el mejor de los casos o bien como rotundamente peligrosas. ¿Solo con dar libertad a los individuos el mundo gozará de paz y prosperidad? Sí, ya.

La Segunda Guerra Mundial, que en retrospectiva recordamos como una gran victoria liberal, no lo parecía en absoluto en aquella época. La guerra se inició como un conflicto entre una poderosa alianza liberal y una Alemania nazi aislada. (Hasta junio de 1940, incluso la Italia fascista prefirió jugar a esperar.)

La alianza liberal gozaba de una abrumadora superioridad numérica y económica. Mientras que en 1940 el PIB alemán era de 387 millones de dólares, el de los adversarios europeos de Alemania sumaba 631 millones de dólares (sin incluir el PIB de los dominios de ultramar británicos y de los imperios francés, holandés y belga.) Aun así, en la primavera de 1940 a Alemania le bastaron tres meses para asestar un golpe decisivo a la alianza liberal y ocupar Francia, Países Bajos, Noruega y Dinamarca. El Reino Unido solo se salvó de una suerte parecida gracias al canal de la Mancha.

Los alemanes fueron derrotados únicamente cuando los países liberales se aliaron con la Unión Soviética, que se llevó la peor parte del conflicto y pagó un precio mucho más elevado: 25 millones de ciudadanos soviéticos murieron en la guerra, en comparación con el medio millón de británicos y el medio millón de norteamericanos. Buena parte del mérito de derrotar al nazismo debe concederse al comunismo. Y, al menos a corto plazo, el comunismo fue también el gran beneficiado por la guerra.

La Unión Soviética entró en la guerra como un paria comunista aislado. Salió de ella como una de las dos superpotencias globales y como líder de un bloque internacional en expansión. En 1949, la Europa Oriental se había convertido en un satélite soviético, el Partido Comunista Chino ganó la Guerra Civil china, y Estados Unidos estaba atenazado por la histeria anticomunista. Los movimientos revolucionarios y anticolonialistas de todo el mundo miraban anhelantes hacia Moscú y Beijing, mientras que el liberalismo acabó identificándose con los imperios europeos racistas. Cuando estos imperios se desmoronaron, por lo general fueron sustituidos por dictaduras militares o por regímenes socialistas, no por democracias liberales. (…)

En 1970, el mundo tenía 130 países independientes, pero solo 30 de ellos eran democracias liberales, y la mayoría estaban situados en el rincón noroccidental de Europa. La India era el único país importante del Tercer Mundo que se comprometió con la ruta liberal después de asegurarse su independencia, pero incluso ella se distanció del bloque occidental y se inclinó hacia los soviéticos.

En 1975, el campo liberal sufrió la derrota más humillante de todas: la guerra de Vietnam terminó cuando el David norvietnamita venció al Goliat norteamericano. En una rápida sucesión, el comunismo se adueñó de Vietnam del Sur, Laos y Camboya. El 17 de abril de 1975, la capital de Camboya, Phnom Penh, sucumbió ante los Jemeres Rojos. Dos semanas más tarde, todo el mundo pudo ver cómo unos helicópteros evacuaban a los últimos yanquis de la azotea de la Embajada de Estados Unidos en Saigón. Muchos estaban seguros de que el Imperio norteamericano caía. Antes de que nadie pudiera decir «teoría del dominó», el 25 de junio Indira Gandhi proclamó el estado de emergencia en la India, y dio la impresión de que la mayor democracia del mundo iba camino de convertirse en otra dictadura socialista.

La democracia liberal se parecía cada vez más a un club exclusivo de ancianos imperialistas blancos que tenían poco que ofrecer al resto del mundo o incluso a sus propios jóvenes. Washington se presentaba como el líder del mundo libre, pero la mayoría de sus aliados eran o bien reyes autoritarios (como el rey Jalid de Arabia Saudita, el rey Hassan de Marruecos y el sah de Persia) o bien dictadores militares (como los coroneles griegos, el general Pinochet en Chile, el general Franco en España, el general Park en Corea del Sur, el general Geisel en Brasil y el generalísimo Chiang Kai-shek en Taiwán).

A pesar del apoyo de todos estos coroneles y generales, desde el punto de vista militar, el Pacto de Varsovia tenía una enorme superioridad numérica sobre la OTAN. Para alcanzar la paridad en armamento convencional, probablemente los países occidentales tendrían que haber abandonado la democracia liberal y el mercado libre y haberse convertido en estados totalitarios en permanente pie de guerra. Únicamente las armas nucleares salvaron la democracia liberal. La OTAN adoptó la doctrina de la DMA (destrucción mutua asegurada), según la cual incluso los ataques soviéticos convencionales tendrían una respuesta en forma de ataque nuclear total. «Si nos atacáis— amenazaban los liberales—, nos aseguraremos de que nadie salga vivo.» Detrás de este escudo monstruoso, la democracia liberal y el mercado libre consiguieron conservar sus últimos bastiones, y los occidentales pudieron gozar de sexo, drogas y rock and roll, así como de lavadoras, frigoríficos y televisores. Sin bombas nucleares no habría existido Woodstock, ni los Beatles, ni supermercados abarrotados. Pero a mediados de la década de 1970, y a pesar de las armas nucleares, parecía que el futuro pertenecía al socialismo.

Y entonces todo cambió. La democracia liberal salió arrastrándose del cubo de basura de la historia, se aseó y conquistó el mundo. El supermercado resultó ser mucho más fuerte que el gulag. La Blitzkrieg empezó en el sur de Europa, donde los regímenes autoritarios de Grecia, España y Portugal sucumbieron y dieron paso a gobiernos democráticos. En 1977, Indira Gandhi puso fin al estado de emergencia en la India al restablecer la democracia. Durante la década de 1980, las dictaduras militares de Asia Oriental y América Latina fueron sustituidas por gobiernos democráticos; algunos ejemplos son Brasil, Argentina, Taiwán y Corea del Sur. En los últimos años de la década de 1980 y en los primeros de la de 1990, la oleada liberal se transformó en un verdadero tsunami que barrió al poderoso Imperio soviético y creó expectativas sobre el inminente final de la historia. Después de décadas de derrotas y contratiempos, el liberalismo obtuvo una victoria decisiva en la Guerra Fría, y salió triunfante de las guerras religiosas humanistas, aunque algo malparado.

Cuando el Imperio soviético implosionó, las democracias liberales sustituyeron a los regímenes comunistas no solo en la Europa Oriental, sino también en muchas de las antiguas repúblicas soviéticas, como los estados bálticos, Ucrania, Georgia y Armenia. Hoy en día, incluso Rusia pretende ser una democracia. La victoria en la Guerra Fría dio un ímpetu renovado a la expansión del modelo liberal en otras partes del mundo, muy especialmente en América Latina, Asia meridional y África. Algunos experimentos liberales terminaron en lamentables fracasos, pero el número de éxitos es impresionante. Por ejemplo, Indonesia, Nigeria y Chile habían sido gobernadas por autócratas militares durante décadas, pero ahora todas son democracias en activo.

Si un liberal se hubiera quedado dormido en junio de 1914 y hubiera despertado en junio de 2014, se habría sentido como en casa. La gente cree de nuevo que si simplemente damos más libertad a los individuos, el mundo gozará de paz y prosperidad. Todo el siglo XX parece un enorme error. La humanidad aceleraba en la autopista liberal en el verano de 1914 cuando de pronto tomó un desvío equivocado y entró en una vía sin salida. Entonces necesitó ocho décadas y tres horrendas guerras globales para encontrar de nuevo el camino a la autopista. Por supuesto, estas décadas no fueron un desperdicio total, pues nos dieron los antibióticos, la energía nuclear y los ordenadores, así como el feminismo, la descolonización y la libertad sexual. Además, el propio liberalismo escarmentó con la experiencia, y ahora es menos presuntuoso que hace un siglo. Ha adoptado varias ideas e instituciones de sus rivales socialista y fascista, en particular el compromiso de proporcionar a la población en general servicios de educación, salud y bienestar. Pero el paquete liberal esencial ha cambiado sorprendentemente poco. El liberalismo sigue sacralizando las libertades individuales por encima de todo, y todavía cree firmemente en el votante y el cliente. A principios del siglo XXI, esta parece la única opción.

 

 

 


jueves, 22 de junio de 2023

EL NAUFRAGIO QUE IMPIDIÓ QUE LAS ISLAS CANARIAS PASARAN A MANOS INGLESAS

 

El 27 de octubre de 1807, Manuel Godoy, valido del rey de España Carlos IV de Borbón, y Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses, firmaban el Tratado de Fontainebleau, por el cual se permitía para ello el paso de las tropas francesas por territorio español con el pretexto de invadir Portugal.

Ya sabemos que, aunque la invasión de Portugal sí se llevó a cabo, Napoleón siguió aumentando la presencia de tropas francesas en suelo español y, en lugar de continuar transitando hacia Portugal, fueron ocupando, sin ningún respaldo del Tratado, diversas localidades como Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras. En poco tiempo los soldados franceses acantonados en España ascendían a unos 65 000, que controlaban no solo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid, así como la frontera francesa.

El 17 de marzo de 1808 se produce el Motín de Aranjuez, provocando la caída de Godoy, la abdicación de Carlos IV. Fernando VII accede al trono de España mientras Madrid es ocupada por las tropas francesas del mariscal Murat, que es recibido por Fernando VII como aliado. Napoleón convoca a padre e hijo a Bayona, y obtiene de ellos la abdicación a su favor, el 5 de mayo de 1808, tras lo cual cedió la Corona a su hermano José I Bonaparte. Previamente se había producido el Levantamiento del 2 de mayo en Madrid, dando comienzo a la Guerra de la Independencia.

En este proceso, las tropas napoleónicas conquistan gran parte de la España peninsular, pero Canarias, Baleares, Cartagena, Cádiz, Galicia las colonias americanas y Filipinas no llegaron a ser ocupadas.

En Canarias, donde las noticias sobre la marcha de los acontecimientos llegan con casi un mes de retraso, se constituye La Laguna (Tenerife) la Junta Suprema Canaria, como iniciativas para recuperar el autogobierno, al igual que ocurrió en otras zonas libres de la ocupación francesa. La Junta estaba liderada por el marqués de Villanueva del Prado, secundado por el Marqués del Sauzal.

Ante la perspectiva de encontrarse en una España sin Rey, ya que no se reconocía al José I, y descartada la idea de declararse independientes ante la falta de un ejército y una armada que defendiesen esa posible independencia, la Junta barajó varias alternativas, a cada cual más sorprendente.

La primera fue unirse al Reino de Brasil. Napoleón había invadido Portugal y la familia Real se había exiliado a su colonia americana. El principal inconveniente eran los 4.000 km que separan canarias de Brasil. Si los 1.200 km que distan entre la península y las islas ya era un obstáculo teniendo en cuenta las comunicaciones de la época, triplicar esa distancia respecto a la corte era bastante aventurado.

La segunda fue unirse a la joven república de los Estados Unidos de América. En aquella época los EE. UU. se habían extendido largamente hacia el Medio Oeste. Ohio, Kentucky o Tennessee ya formaban parte de la Unión y controlaban los territorios de Michigan, Indiana Mississippi y Luisana (que habían comparado a los franceses unos años antes). En este caso, a la dificultad de la distancia se unía la contraposición de intereses de una sociedad canaria dominada por la nobleza local frente a una república, dominada por una burguesía pujante.

La tercera opción era unirse a la corona de su majestad británica. Al fin y al cabo, Inglaterra era el mayor enemigo de Francia que, al fin ya la cabo, había sido el detonante de este vacío de poder, más bien de rey, en el archipiélago canario.

Esta opción tenía varias ventajas. Por un lado, existía un importante flujo comercial de algunas de las islas con Gran Bretaña, por lo que el interés económico estaba fuera de toda duda, especialmente para los nobles que se aprovechaban de ese comercio. Por otro lado, Inglaterra contaba con una potente armada capaz de defender la nueva soberanía de las islas.

Pues dicho y hecho. Se prepararon todos los documentos para formalizar la unión de las Islas Canarias al Imperio Británico. Se llegó a barajar incluso la posibilidad de pagar al rey inglés, por aquel entonces Jorge III, por aceptar los nuevos territorios insulares bajo su corona. Y se mandó un barco con una legación de la Junta Suprema Canaria para formalizar la anexión.

Pero el destino es un ser caprichoso y quiso que el barco se hundiese cerca de las costas inglesas, dando al traste con tan intrépida misión.

Tras este golpe de mala fortuna, una mezcla de acontecimientos tornó las voluntades de los representantes de la nobleza isleña. Por un lado los nobles gran canarios enfriaron su apoyo a los nobles tinerfeños que, en el fondo, lideraban la iniciativa y, por qué no decirlo, el comercio con Inglaterra. Por otro lado, se empezó a vislumbrar que la resistencia española en la península, apoyada por las tropas inglesas que desembarcaron por el norte de Portugal podían dar la vuelta a la tortilla y terminar echando a Napoleón de la península. Total, que todo quedó como en una anécdota, pero estuvo a punto de significar un cambio radical en la historia de Canarias.

miércoles, 24 de julio de 2019

Un vistazo a la accesibilidad de los ciegos

Afortunadamente, hace ya años que la accesibilidad universal ha adquirido un papel relevante el el diseño urbano en España. En parte, gracias a la concienciación de ingenieros y arquitectos, pero sobre todo, por la aprobación de leyes que velan por un diseño más amable para el peatón.

Pero las medidas de accesibilidad universal no benefician sólo a los ciudadanos que se mueven en silla de ruedas. También favorecen a un amplio espectro de la ciudadanía: desde los ancianos que han perdido agilidad, las mamás y papás que empujan una sillita de niños o el que arrastra un carrito de la compra (o de golf, que no queremos ser excluyentes).

Es cierto que aún queda mucho que hacer, especialmente en los espacios urbanos antiguos ya consolidados, que se diseñaron sin ninguna sensibilidad hacia la accesibilidad, donde las intervenciones de rehabilitación son más lentas y costosas. Y luego están las chapuzas como las que se muestran en este blog.

Pero hay un colectivo al que parece que no se le presta tanta atención en el diseño accesible: los invidentes.

Parece que los urbanistas tendemos a diseñar sólo en planta, sin tener en cuenta ciertos obstáculos que son especialmente problemáticos para las personas con discapacidad visual. Hagamos un repaso.

Los bolardos son, en principio, un elemento para proteger a los peatones de los vehículos, especialmente para que estos no se suban a la acera. Pero a los invidentes les suponen un problema adicional.


Pero el peligro más habitual lo constituyen los obstáculos elevados que los ciegos no pueden detectar con su bastón. Si se trata de ramas de árboles, si estas no son muy gruesas, la cosa se queda en un "susto desagradable".


Pero si el obstáculo es más consistente, el susto puede convertirse en accidente. Es el caso de los toldos de los comercios o de las puertas de garajes.


Otro ejemplo similar pueden ser algunas señales de tráfico.


Luego están los elementos provisionales de obras, que no suelen tener en cuenta a las personas ciegas.




Y otros elementos para "canalizar" a los peatones.


A los fallos de diseño se suman las conductas de algunos ciudadanos, que no reparan en las necesidades especiales de los invidentes. Como los responsables de estas terrazas, que se pegan a las marcas de "pavimento táctil" inhabilitándola para su función de guía para invidentes.


Aquí dos obstáculos invadiendo el "pavimento táctil" en una misma foto: uno por un mal diseño en la ubicación de las base de las bicicletas públicas; otro por la dueña del "tenderete" que busca el lugar que más le conviene.


O la de algún motero que aparca su moto pegada a la fachada, elemento que utilizan habitualmente los invidentes como referencia.


Algo similar, pero con patinete eléctrico.


En definitiva, que nos queda mucho por hacer, tanto desde el punto de vista del diseño como de concienciación al resto de usuarios de la vía pública. Hagamos más visibles las necesidades de los ciegos.

martes, 25 de junio de 2019

Cebra grande, ande o no ande

Me permito modificar el conocido dicho de "caballo grande, ande o no ande" para mostrar una colección de pasos de cebra grandes, muy grandes.

Empezamos con uno que, recientemente, ha aparecido en diversos medios de comunicación, especialmente en Galicia. Se trata de un paso de peatones descomunal que ha implantado en Cangas de Morrazo.


Lo que vemos es un paso de cebra de 40 metros de ancho que se ha instalado en la Gran Vía de la localidad pontevedresa. Cualquier conductor se preguntará: ¿Dónde parar si ves un peatón cruzando al final del paso? Seguramente, si la policía municipal se para por la zona, se hincha a poner multas. Además, parte del paso está en una curva, lo que, sin duda, lo hace más complejo.


Lo de hacer pasos de cebra curvos (y más anchos de los que el sentido común aconseja) no es exclusivo de los cangueses (sí, se dice así). En Santa Cruz de Bezana (Cantabria) también les da por "innovar". El problema es los bezaniegos (también se dice así) tienen que lidiar en el día a día con estas ocurrencias. 


También en Valencia hay algún técnico municipal con gusto por los pasos curvos.


Y Zaragoza también se une a este club, de dudoso prestigio, de ciudades con pasos de peatones en curva.


También Gandía, en la avenida de Alicante, cuenta con su paso de cebra curvo.




Pero, como esta entrada va de de pasos grandes y el tamaño sí importa, vamos con otos pasos extra-anchos.

En Riga (Letonia), hemos encontrado un paso de 45 metros de ancho. Esta paso de cebra conecta la plaza del Monumento a la Libertad con la Ciudad Vieja, potenciando la conexión peatonal entre ambas zonas.


Sin llegar a estos niveles, en Filipinas también saben los que es un paso de cebra inmenso.



Pero como, partiendo de que sean grandes, hay quien los prefieren largos en lugar de anchos, vamos con pasos la dimensión longitudinal.

En Huesca, algún técnico municipal ha creado el terror de cualquiera que se examine del carné de conducir. Se encuentra en la calle de Gil Cávez y mide 48,8 metros de largo.


He intentado contar las bandas y se me va la vista. Me dicen que tiene 42. A pie de calle parece aún más absurdo. Hasta los operarios que lo pintaron parecen desorientados.



En Ustroń (Polonia) quieren hacerle competencia a Huesca. Diría que se han quedado cerca.


Y en Catania (Sicilia-Italia), también hay algún técnico municipal con algún complejo inconfesable. Eset paso de cebra se encuentra junto a la estación de autobuses. Sabiendo cómo conducen en el Sur de Italia, hace falta algo más que valor para cruzar este paso


Y terminamos con uno de los paso de peatones más famosos del mundo, el paso de Shibuya, en Tokio. no es el más grande, pero sí el más utilizado del mundo. Cada día lo utilizan 2,5 millones de personas. Eso sí, está semaforizado.


Este, tal vez se le ha quedado pequeño.

miércoles, 24 de abril de 2019

URBANISMO – PATRIMONIO – MERCADO INMOBILIARIO: UN DIFÍCIL EQUILIBRIO


En las ciudades y pueblos con cascos históricos protegidos se produce con frecuencia un palpable conflicto entre tres elementos
- El urbanismo 
- La protección y conservación del patrimonio histórico 
- Las demandas del mercado inmobiliario

Estos tres factores presentan intereses dispares y conseguir un equilibrio entre ellas no siempre es fácil

Para ilustrarlo, voy a poner el ejemplo de Frías, uno de los pueblos más bonitos de la península y, a la sazón, la ciudad más pequeña de España (254 habitantes), que ya fue objeto de una entrada de este blog: La obra de arte inoportuna 

Sus orígenes remontan al siglo X y su casco medieval está declarado conjunto histórico artístico


Cuenta con uno de los castillos más espectaculares de España, un magnífico puente medieval, unas casas colgadas sobre la muela de toba calcárea que domina el paisaje y calles que evocan su pasado medieval. 


Un pueblo espectacular cuya visita es muy aconsejable. 


Al estar declarado conjunto histórico artístico, cualquier intervención arquitectónica en el casco histórico requiere la aprobación de la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León en Burgos. Esta circunstancia, en principio es muy positiva, ya que evita actuaciones no muy afortunadas como las que, desgraciadamente, sucedieron en el pasado.

Por ejemplo, la construcción de bloques que rompen la estética del entorno.


O aprovechar la reforma de una casa para elevar la altura de las edificaciones.


También se podrían cuestionar los criterios de la restauración hecha en el castillo en los años 80, cuando las almenas pasaron de ser planas a terminar en punta.

Pero en su afán “conservacionista”, la Comisión de Patrimonio de la Diputación de Burgos se está pasando de frenada. Veamos un ejemplo reciente: el edifico del actual Mesón Fridas.

Este era su aspecto antes de la rehabilitación del inmueble.


Y este es el aspecto tras la rehabilitación.


La mejora es notable, especialmente en lo referente a su integración en el carácter medieval de la calle.


Desconozco si Patrimonio conocía el proyecto de la obra, pero tras ver el resultado pidió a los promotores dos cosas: volver a encalar la fachada y reducir el tamaño de algunas ventanas, las del lateral y las que se encuentran bajo el alero del tejado.


Puedo entender, desde el punto de vista estético, lo de reducir el tamaño de las ventanas, aunque desde el punto de vista de la habitabilidad es una faena. ¡Pero lo de volver a encalar la fachada! Aunque el uso de la cal como material de construcción se remonta a antes del imperio romano, en España, la costumbre de revocar fachadas se popularizó durante los siglos XVIII y XIX, cuando las autoridades la recomendaron para evitar la propagación de enfermedades y epidemias. Por lo tanto, no parece muy acertado “conservar” encalados en un pueblo medieval.


Es cierto que, revisando fotografías antiguas, se percibe una cierta presencia de esta técnica en el caserío (posiblemente en actuaciones de los siglos XIX y XX), pero el encalado de las fachadas queda muy lejos de ser la característica del pueblo, y mucho menos si se quiere recuperar su carácter medieval.

El tema es que el criterio excesivamente conservacionista de la Comisión de Patrimonio de la Diputación de Burgos se está volviendo en contra del pueblo.

Otro ejemplo palmario se encuentra prácticamente en frente del referido Mesón Fridas.


Un dueño/promotor, pretende rehabilitar este edificio, actualmente vacío, pero Patrimonio le advierte que no podrá su aspecto exterior: ni nuevas ventanas, ni ventanas más grandes y tendrá que mantener el encalado en las dos primeras plantas.


Ni que decir tiene que el dueño/promotor ha abandonado la idea. ¿Alguien le ve la utilidad a la mini-puerta que se ve junto al coche gris?

Pepe, un amigo arquitecto que conoce bien la problemática de Frías, me comentó un argumento crucial en este asunto: las necesidades de los habitantes han cambiado, y donde antes había una puerta para la cuadra, ya no tiene sentido, pues la gente ya no tiene burros ni vacas. Hay que plantearse, por tanto, si tiene sentido mantener, en inmuebles habitados, ciertos elementos arquitectónicos cuya función ha desaparecido.

En este mismo sentido, antes se hacían ventanas pequeñas para minimizar las fugas de calor. Con el avance en los materiales y técnicas de construcción, hoy se valora más la luminosidad de las estancias que las posibles fugas de calor.

Valoro enormemente los principios que, entiendo, guían a los responsables de Patrimonio, pero entiendo que, apretando tan fuerte, el pájaro que quieren retener entre las manos se les puede ahogar.


Los efectos de esta sobreprotección ya son patentes. Aunque hay un buen número de inmuebles en venta, los compradores se enfrentan a las dificultades de una rehabilitación muy condicionada por Patrimonio y, en consecuencia, muy costosa. Resulta más barato comprar un chalet fuera del caso histórico que adecentar una casa en el casco. Y mucho más sencillo (conozco casos recientes que han necesitado 4 años para obtener el visto bueno al proyecto de rehabilitación de una casa).


Mientras tanto, muchas casas del casco histórico se van quedando vacías, se van abandonando y terminan en la ruina.
 

Y como no podía ser de otra manera, la suerte tampoco acompaña. Para un “valiente” que quiso acometer un importante proyecto en una de las zonas más relevantes del pueblo, La Casa de las Mayorazgas, vino la crisis y se “ventiló” el proyecto. Ahora queda un solar vacío donde antes estaba una de las casas más importantes de la ciudad (la imagen lateral no hace justicia al edificio).



En resumen, tal vez para los responsables de Patrimonio lo más cómodo es mantener esos criterios de inalterabilidad estricta, pero creo que deberían remangarse un poco, estudiar cada caso en detalle y tutelar los proyectos de modo que se permita la viabilidad de los proyectos, siempre dentro de un marco de respeto a los condicionantes históricos y al carácter medieval de la ciudad.


miércoles, 20 de febrero de 2019

Señales obvias / señales enfáticas

En un viaje de trabajo al Golfo Pérsico, en unas oficinas que podrían equipararse con unas europeas, me encontré con una curiosa señal en el interior del baño (donde uno se "sienta a pensar"). Si bien la parte escrita del mensaje no me pareció que sobrase (hay mucho guarro suelto) la parte gráfica me dejó perplejo.


Por favor, limpie la historia después de descargar

¿De verdad hay gente que se sube a la taza en cuclillas?

El tema me hizo reflexionar sobre las señales que indican cosas que a primera vista parecerían obvias o que enfatizan de forma simpática el mensaje que pretenden transmitir.

A veces las explicaciones sobran... porque huelen un poco a recochineo.



Ya sabíamos que está mal tirar papeles al suelo pero ¿ya no podemos ni echar una siestecita en un banco?



Nos vamos a la India, donde te cuentan las cosas en verso a ver si coges mejor el mensaje: si bebes whisky conducir es peligroso.



Y ya que estamos con las señales de tráfico, otros prefieren mensajes más contundentes: cuelga el puto teléfono y conduce



En España somos igual de contundentes, pero más concisos.



Este ejemplo ha calado en más de un sitio en términos iguales o parecidos.





En ocasiones, tiramos de ironía para decir lo mismo.



Ya sabemos que hay que conducir atentos a los motoristas, sobre todo si son muchos y van en manada.



En algunos sitios han prohibido pasear con ovejas ¿o no? No está muy claro.



Y terminamos con el colmo de la señalética. ¿Indicaríais donde está un búnker nuclear secreto? En principio no tiene mucho sentido ¿verdad? Pero en Inglaterra, en le condado de Essex, no piensan lo mismo.



Ojo que hay más de una señal, para que no os perdáis



Y cuando llegas te lo confirman.



Espero que vosotros no os hayáis perdido en este paseo entre señales.